Por Amor (XV): El
Templo de Pasos
Nos poníamos todos de pie cuando alguien descubría, por
ejemplo, que el tiempo es sólo acción y que ésta
nace en la palabra; cuando alguien callaba de pronto y su rostro
exhibía la felicidad más perpleja y entonces
sabíamos que ya era uno más, que ya sabía que el
tiempo se construía con palabras: entonces, nos
poníamos todos de pie. Y nos ensañábamos con las
paredes desnudas, redactando sobre su piel rugosa los días por
venir. Y entonces se hacía la noche y resplandecía nuestro
día en los trazos de ese recinto que duraría lo que el
aire de nuestros pulmones hasta que ya no pudiéramos hablar y
calláramos por un instante para tomar aire y adoptar, al fin,
aire meditativo otra vez. Pero nos chispeaban los ojos, oye, como en
aquella fiesta de Tabaré; y respirábamos almíbares
de rosa. Yo sabía que nos espiaban desde fuera, y creían
ver lo que querían. Hubo un tiempo, sobre el final, en que
incluso entraban a la casa y paseaban nuestros sueños sin pudor.
Yo apretaba los dientes y les despreciaba: no sabían qué
buscar y no veían nada, y no les sabría dulce nuestra
miel. Que hubiéramos abierto las puertas de casa significaba que
ya no podrían entrar. Sólo había acción en
la cocina: burbujas, aromas cambiantes, objetos que se movían:
todo lo necesario para que transcurriera un lapso de su tiempo y
volvieran sobre sus pasos preguntando por nosotros. Y entonces, de
pronto, alguien alzaba la mirada y sabíamos que sabía y
queríamos celebrar, y llenábamos de garabatos nuevos las
paredes musgosas y harapientas: veíamos rostros y sonrisas,
máscaras de dolor hechas de barro, tinieblas atravesadas por
rayos de fina luz. Y, a veces, se atrevía el nuevo que
sabía y nos gritaba: "¡Hay que atreverse a un instante de
silencio, a dejar una pared entera rosa té!". Y nos
dábamos a la risa todos alerta: ya sabríamos,
mañana, un instante infinito.
- "Tiempo de enamorir que no
pasa",
- "¿dices que no
sucede?"
- "Cuando la prisa viste de
verde y entrecierras los ojos para achicarte a los suyos, a los de ese
afuera incomprensible y vertiginoso que no cesa,"
- "entonces la morada del
oscuro dialoga con la pena que se hace pies de la zozobra, y los
límites"
- "Sí, los
límites ay, los límites se te pegan escaldándote la
piel, y sólo el alma huye rauda cima lejos, a donde la vendimia
del arroz de los abrazos, donde el grid de la montaña susurra
desafíos a las ráfagas de cieno y de ocre vil, buscando
que nos suelten"
- "Y entonces, sí,
dispara el alma volteando el rostro al pavor normal del caos, y busca el
desierto grid, el desierto que se viste de la pulpa noble de palabras
que allá bajo se creían, aún se creen, olvidadas,
ausentes de sí, cáscara muerta que bien vive y crea sin
cesar,"
- "en la cocina del desierto
grid"
- "con una pasión
enlutada de añoranza que no cesa de mostrarse, mirando entre
plegarias a la cumbre,"
- "no cesa de mostrarse y
hacerse ver entre las ropas mundanas del barullo, idéntico a
sí mismo y desigual".
Farfullaba el grid silente en
un rincón, deseando una historia nueva. El bebé nacido de
la mirada de dios resucitaba y la espesumbre del hastío se
destejía de la madreselva, de la hiedra y el jazmín, y
marchaba a sustituir al mundo grid en la condena. A hacer, como los grid
solían, de piso flotante sobre la exhausta boca del pantano.
Maderas y metales, atrapados en la forma de objetos viles,
sonreían.
- "Habrá agua
todavía?"
- "Habrá, para".
El grid pequeño
gorjeó su vieja forma de reir:
- "¿Volverá el
lenguaje del propósito, del que tanto y de tan lejos me has
hablado?"
- "Volverá".
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