Por Amor (XVI): El Templo de Pasos
Un punto en que apoyar la mente
para mover el mundo
iair menachem, Jerusalem, 5764

Del lado de afuera de la puerta se aplastaba un fardo de tinieblas. Cuando lo sintieron empujar, los grid saltaron a resistir, enquistando su convicción en el centro del pestillo. Se sentía bufar al fardo y la puerta se afirmaba como si de candado se vistieran sus goznes, bajo la levísima presión de los grid.

El grid mayor tomó el ojo de la cerradura para sí, y cantó al fardo de tinieblas una lamentación y un anhelo. La madera recia de la puerta transpiraba o lloraba los barnices de su piel y el fardo vigilante gemía amenazando al bebé que dios miraba, sin descuido, sin cesar.

Se hacía pretérito el instante y hombrecía el bebé que dios miró, al son de la lamentación y el anhelo, que devenían un canto de epopeyas por venir.

Hay una parte de la casa a la que no es posible llegar desde ninguna otra, y todos sabemos el camino. Todos conocemos la puerta y experimentamos un temor mortal. Es pesadísima cuando la empujas y la cargas a conciencia sobre la cabeza; duele y atora los hombros hasta que caes exhausto  y entonces, entonces gira sobre su eje y se abre sola, y ya no hay cómo no caer hacia arriba tres peldaños a donde el cuerpo no entra: un recinto insensible, dividido por la sombra líquida de paredes y aromas y palabras que no están. Yo estuve ahí conmigo y yo también, y me dolían la cercanía y la distancia, la condición de sombra que la luz hendía sin pudor, y el barro en los zapatos sin suelo que caminar y caminaba. Las paredes transparentes al contacto de la piel me sabían asquerosas, y la gelatina visual del ambiente era, por decirlo de algún modo, estéticamente inadmisible. Un hombre que era sus dos ojos me dijo que cada día mío sería en adelante cuatro días de los demás, y entonces vi reproducirse insensatamente mis memorias. Yo, igual te navego con las ganas. Llevaba allí dos días y mi voz no fluía: hablaba y se me pegaban las palabras al paladar, a los labios quebrados, a la ropa confusa, o quedaban flotando como ectoplasmas y acompañaban manchando el aire mi camino. Igualmente te navego con las ganas: me sigue un cortejo de palabras que no he dicho. ¿Entenderías un lenguaje que hablara del amor escalando las murallas del miedo memorioso? ¿Una semántica que destronar para exprimir la luz blanca de esta noche? Nunca nos propusimos dejar de ser humanos, y hemos perdido el rastro de la puerta: a veces la atravesamos a ciegas en uno u otro sentido, y se hace difícil distinguir una de otra nuestras vidas, despegar el futuro de la nostalgia, respirar en presente cuando el sentido del viaje se eleva a cada instante en nuestro canto. Me restan nuestros nombres, y bastan para mentar la vida. Hay una puerta: capaz que te dejas tentar. Uno logrará advertir que ha entrado, y estaremos dentro. Y desde que la luz nos sepa como siempre, se soltará la vida de la ajada piel de la memoria y la devorará sin pena, y en el área hoy abandonada de la casa arderá el fuego en el hogar.

- "Agradezco a Dios, aquí presente, la oportunidad de hablar al Grid", dijo bordeando los filos del silencio.
Era rosado el grid que señaló la oportunidad de amanecer. Era un grid amando al bebé que mira dios.
La luz se reflejaba en la mecedumbre del ambiente, cuando la sonrisa de los grid enronquecía; abríase un cielo en el suelo.

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