Por Amor (XVI): El
Templo de Pasos
Un punto en que apoyar la mente
para mover el mundo
Del lado de
afuera de la puerta se aplastaba un fardo de tinieblas. Cuando lo
sintieron empujar, los grid saltaron a resistir, enquistando su
convicción en el centro del pestillo. Se sentía bufar al
fardo y la puerta se afirmaba como si de candado se vistieran sus
goznes, bajo la levísima presión de los grid.
El grid mayor tomó el
ojo de la cerradura para sí, y cantó al fardo de tinieblas
una lamentación y un anhelo. La madera recia de la puerta
transpiraba o lloraba los barnices de su piel y el fardo vigilante
gemía amenazando al bebé que dios miraba, sin descuido,
sin cesar.
Se hacía
pretérito el instante y hombrecía el bebé que dios
miró, al son de la lamentación y el anhelo, que
devenían un canto de epopeyas por venir.
Hay una parte de la casa a la que no es posible llegar desde ninguna
otra, y todos sabemos el camino. Todos conocemos la puerta y
experimentamos un temor mortal. Es pesadísima cuando la empujas y
la cargas a conciencia sobre la cabeza; duele y atora los hombros hasta
que caes exhausto y entonces, entonces gira sobre su eje y se
abre sola, y ya no hay cómo no caer hacia arriba tres
peldaños a donde el cuerpo no entra: un recinto insensible,
dividido por la sombra líquida de paredes y aromas y palabras que
no están. Yo estuve ahí conmigo y yo también, y me
dolían la cercanía y la distancia, la condición de
sombra que la luz hendía sin pudor, y el barro en los zapatos sin
suelo que caminar y caminaba. Las paredes transparentes al contacto de
la piel me sabían asquerosas, y la gelatina visual del ambiente
era, por decirlo de algún modo, estéticamente inadmisible.
Un hombre que era sus dos ojos me dijo que cada día mío
sería en adelante cuatro días de los demás, y
entonces vi reproducirse insensatamente mis memorias. Yo, igual te
navego con las ganas. Llevaba allí dos días y mi voz no
fluía: hablaba y se me pegaban las palabras al paladar, a los
labios quebrados, a la ropa confusa, o quedaban flotando como
ectoplasmas y acompañaban manchando el aire mi camino.
Igualmente te navego con las ganas: me sigue un cortejo de palabras que
no he dicho. ¿Entenderías un lenguaje que hablara del amor
escalando las murallas del miedo memorioso? ¿Una semántica
que destronar para exprimir la luz blanca de esta noche? Nunca nos
propusimos dejar de ser humanos, y hemos perdido el rastro de la
puerta: a veces la atravesamos a ciegas en uno u otro sentido, y se
hace difícil distinguir una de otra nuestras vidas, despegar el
futuro de la nostalgia, respirar en presente cuando el sentido del
viaje se eleva a cada instante en nuestro canto. Me restan nuestros
nombres, y bastan para mentar la vida. Hay una puerta: capaz que te
dejas tentar. Uno logrará advertir que ha entrado, y estaremos
dentro. Y desde que la luz nos sepa como siempre, se soltará la
vida de la ajada piel de la memoria y la devorará sin pena, y en
el área hoy abandonada de la casa arderá el fuego en el
hogar.
- "Agradezco a Dios,
aquí presente, la oportunidad de hablar al Grid", dijo bordeando
los filos del silencio.
Era rosado el grid que
señaló la oportunidad de amanecer. Era un grid amando al
bebé que mira dios.
La luz se reflejaba en la
mecedumbre del ambiente, cuando la sonrisa de los grid
enronquecía; abríase un cielo en el suelo.
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