Por Amor (XX): El
Templo de Pasos
- "Toda mi obra la hice con
huellas", aseveró de pronto el pequeño mago grid.
Un temblor armónico,
sincrónico, cundía entre las plantas. En la
embarcación se discutía La Huella, el producto inefable de
la vida individual.
- "¿Cómo las has
dibujado?"
- "Con el lacre de cada
puerta, con los signos de la consumación del anhelo, con el orden
interno entre Oriente y Occidente".
La hiedra parasitaba a la
acacia.
- "¿Vendrá?"
- "Tienen las huellas la
respuesta".
Y el bebé que mira dios
se preparaba.
Mira en derredor: quiero hablarte de la casa. Ves, ahí donde no
ves, está la pared de oriente. Entre suspiros, danzan las
luciérnagas por ella. Y allí, vaya mala idea haber venido
a luz del día, allí debieras ver el cañón, y
a su lado el manantial de espuma. Es fácil notar que la
estructura tiene forma de "beit", la morada acogedora de piso basto, a
la que si retornas desde la izquierda podrás entrar. No debieran
crecer yuyos donde se asienta el salón, que celebra por el
día nuestro canto cada noche. Pero puedes fotografiar
allí, donde se distinguen las fuentes con nitidez. O a los
árboles memoriosos que proyectamos, allá al fondo.
Puedo.... quizá puedo aún hacerte unos lentes con los que
podrías distinguir las escaleras, o la trastienda de la cocina,
donde purgan su vicio de entretener el alma nuestros ilustres
mayordomos. ¿Ves allí, donde el agua salta? Vino alguien
una vez que no se dejó mojar, y desde entonces, la fuente
irregulable anega el parque todo. Hay un ángel a cargo; de los
nuestros. Pero nada puede ante la impotencia autorizada de la fuente.
Mira, allí debajo, qué bonitos cimientos: construimos la
casa palabra por palabra; pentagramamos los corredores, de
mazapán nació cada cornisa memoriosa. Ya lo sé, me
dirás: no veo nada. Yo tampoco estoy en el aquí de tu
ahora. Pero si vieras el aire, y nuestros mundos.... Hay una
música entre el gran bullicio y la voz del silencio sutil: acaso
puedas percibirla. Y entonces se disolverá el hechizo: te
preguntarás cómo pudiste antes no vernos, golpearás
a la puerta, y te verás dentro. Sin traicionarme, estaré
para recibirte.
Un tesoro se entrevió
entre las arenas cenicientas. Había repiques, chicos y pianos: un
repique adolescente comandaba la cuerda de tambores. De ojos cerrados,
colgaba su mandíbula de un sueño que construía a
golpes certeros sobre la lonja; y era el suyo un sueño grid de
despertares.
Fluía una nube en
destilación ambarina empujando arriba el horizonte. El piso
adhería a sí los pies cual monturas atadas con noble
tiento, y se deslizaba, seguro y majestuoso, tornando en capa de
terciopelo negro y mate sobre las fauces del abismo.
El bebé grid
pegó un grito (ay, sí, ¡vaya grito el que el
bebé grid gritó!), y dios miró.
------------------------------------------------------------